viernes, 22 de noviembre de 2013

Lo que piensan los perros acerca del amor

Doble Retrato | Lucian Freud

Caminaba con esta alma de perro adentro. Venía, venía una y otra vez. Entonces como hoy, como siempre.
Adela Fernández
 “El perro”, en Híbrido.

I
Podría decir que fueron las peores vacaciones de mi vida.
Tras casi tres años de relación ya debería de haberme acostumbrado a tus cambios anímicos tan repentinos, pero me es imposible.
Desde que llegamos al hotel todo fue un verdadero martirio. ¡Menos mal que sólo sería un fin de semana!
Es curioso cómo esos mismos detalles que hicieron que me enamorara perdidamente de ti son los que ahora aborrezco. No logro comprender el porqué.
Seguimos siendo los mismos, ¡pero tan distintos! Ahora discutimos por detalles tan inverosímiles:
Tú querías bajar a cenar al restaurante, yo quería servicio al cuarto. Armaste toda una escena (con daños a la habitación incluidos, que a final de cuentas pagué yo).
Llegamos al tan clásico y trillado punto del ¿Qué Ya No Me Amas?
Qué fácil hubiera sido decirte Sí, Te Amo, pero el orgullo puede más en cuestiones de amor (y de odio, claro está). Me limité a contestarte con un simple, pero a la vez contundente y certero, No.
Hubiera sido mejor no decirlo porque entraste en una especie de Crisis Depresiva. Así le llamaste tú, yo le llamé Chantaje.
Después de largas horas de discusión, con diálogos que no puedo (o no quiero) recordar, acabamos durmiendo juntos.
Eso sí, muy distantes.
II
El segundo día no fue para nada mejor.
Para empezar ni siquiera despertaste a mi lado. Desconcertado, me vestí y bajé al restaurante.
Ahí te encontré, desayunando.
Estabas con un tipo que obviamente no era yo.
Te juro que no me pude controlar, por eso te llamé Puta. Yo sé que no es excusa, ¿pero cómo iba yo a saber que ese con el que estabas era tu primo, al que invitaste a desayunar porque estabas en la ciudad?
Nunca me comentaste nada.
¿Cómo Te Lo Iba a Decir? ¡Ayer Estabas Completamente Zafado!, dijiste.
De más está decir que mi Pequeña Confusión provocó que se sumaran a la cuenta cargos por Daños y Prejuicios al restaurante del hotel.
No hablemos de los gastos médicos por el ojo morado de aquel primo tuyo.
Más tarde, no sucedió nada relevante. Preparamos las maletas para partir el día siguiente.
Apenas y nos dirigimos la palabra.
III
El fin de semana terminó.
Pagué una cuenta exorbitante. Sin duda estas vacaciones habían acabado con mi paciencia y billetera.
Un viaje de esparcimiento para ambos, ¡vaya broma!
Era tiempo de volver a la monotonía.
Pero, ¿realmente quería regresar a esa Realidad Cotidiana contigo?
Tú, ese ser al que alguna vez amé y ahora tanto desprecio.
Creo que todavía te amo porque carezco de ese Sentido Común para dejarte.
Quizás el amor conlleva algo de repugnancia.
IV
Subimos al auto e imaginé que comenzaría una nueva discusión, pero te limitaste a decir:
Oye, ¿En Qué Pensarán Los Perros Cuando Se Asoman Por Las Ventillas De Los Autos En Marcha?
No supe qué responderte.
Y así emprendimos
el
regreso
a casa.

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