I
Podría decir
que fueron las peores vacaciones de mi vida.
Tras casi tres
años de relación ya debería de haberme acostumbrado a tus cambios anímicos tan
repentinos, pero me es imposible.
Desde que
llegamos al hotel todo fue un verdadero martirio. ¡Menos mal que sólo sería un
fin de semana!
Es curioso cómo
esos mismos detalles que hicieron que me enamorara perdidamente de ti son los
que ahora aborrezco. No logro comprender el porqué.
Seguimos siendo
los mismos, ¡pero tan distintos! Ahora discutimos por detalles tan inverosímiles:
Tú querías
bajar a cenar al restaurante, yo quería servicio al cuarto. Armaste toda una
escena (con daños a la habitación incluidos, que a final de cuentas pagué yo).
Llegamos al tan
clásico y trillado punto del ¿Qué Ya No
Me Amas?
Qué fácil
hubiera sido decirte Sí, Te Amo, pero
el orgullo puede más en cuestiones de amor (y de odio, claro está). Me limité a
contestarte con un simple, pero a la vez contundente y certero, No.
Hubiera sido
mejor no decirlo porque entraste en una especie de Crisis Depresiva. Así le llamaste tú, yo le llamé Chantaje.
Después de
largas horas de discusión, con diálogos que no puedo (o no quiero) recordar,
acabamos durmiendo juntos.
Eso sí, muy
distantes.
II
El segundo día
no fue para nada mejor.
Para empezar ni
siquiera despertaste a mi lado. Desconcertado, me vestí y bajé al restaurante.
Ahí te
encontré, desayunando.
Estabas con un
tipo que obviamente no era yo.
Te juro que no
me pude controlar, por eso te llamé Puta.
Yo sé que no es excusa, ¿pero cómo iba yo a saber que ese con el que estabas
era tu primo, al que invitaste a desayunar porque estabas en la ciudad?
Nunca me
comentaste nada.
¿Cómo Te Lo Iba a Decir? ¡Ayer Estabas Completamente Zafado!, dijiste.
De más está
decir que mi Pequeña Confusión
provocó que se sumaran a la cuenta cargos por Daños y Prejuicios al restaurante del hotel.
No hablemos de
los gastos médicos por el ojo morado de aquel primo tuyo.
Más tarde, no
sucedió nada relevante. Preparamos las maletas para partir el día siguiente.
Apenas y nos
dirigimos la palabra.
III
El fin de
semana terminó.
Pagué una
cuenta exorbitante. Sin duda estas vacaciones habían acabado con mi paciencia y
billetera.
Un viaje de
esparcimiento para ambos, ¡vaya broma!
Era tiempo de
volver a la monotonía.
Pero, ¿realmente
quería regresar a esa Realidad Cotidiana
contigo?
Tú, ese ser al
que alguna vez amé y ahora tanto desprecio.
Creo que
todavía te amo porque carezco de ese Sentido
Común para dejarte.
Quizás el amor
conlleva algo de repugnancia.
IV
Subimos al auto
e imaginé que comenzaría una nueva discusión, pero te limitaste a decir:
Oye, ¿En Qué Pensarán Los Perros Cuando Se Asoman Por Las
Ventillas De Los Autos En Marcha?
No supe qué
responderte.
Y así emprendimos
el
regreso
a casa.